Duele con la misma intensidad con que se conoció la noticia que jamás quisimos escuchar y mucho menos aceptar. Y justo hoy hace un año. No pudo la ciencia ni la fe a cuanta deidad encontramos, evitar la menos esperada de las despedidas.
Te fuiste, Juan Antonio Borrego Díaz, –el Juan para los amigos, el Borrego para el gremio y vecinos, el director y Diputado, solo para los asuntos oficiales– con tantas ideas, proyectos, historias por narrar y con tanto por enseñar que jamás dejará de doler.
Y mucho menos, perdonaremos a la vida, el destino, la covid… por haberte arrebatado, después de tantos días en duelo franco con la muerte, incluso cuando una máquina te hacía respirar.
Es cierto que Escambray se hizo inmenso, gracias a tu estrategia de dirección por casi 24 años. Siempre con la puerta de la oficina abierta, diálogo franco en la pequeña mesa redonda, el regaño conciso y el beso en la frente te hicieron modelo de líder creativo de los medios públicos cubanos –otro de los tantos reconocimientos que engordan tu currículo y al que tampoco le diste oído porque asegurabas que el periodismo se hace a golpe de alma y coraje–. Fue ese tu sacerdocio desde el primer día en que llegaste a Radio Sancti Spíritus.
Y sí, precisamente en ese medio inició su carrera profesional en 1988. Te adueñaste con soltura de los sonidos, efectos y silencio. Contaste con la frescura de la recién dejada academia santiaguera y ese olfato natural para envidiar, homenajear, admirar siempre… sobre el Yaguajay profundo, la tierra que nunca abandonaste y otros muchos asuntos que supiste arrancar del demoledor diarismo. Por ahí quedan las historias de mutilados de guerra de El Salvador, y los vaivenes en la construcción del hotel Neptuno, sostenido por brazos espirituanos. Cada material es una obra de arte porque el instinto, la vida, el destino… no se equivocaron. Borrego no podía ser otra cosa: nació para el periodismo.
Si bien la marca Escambray –más allá del periódico impreso, el diarismo digital y por último su añorado Visiones–, y la corresponsalía de Granma te arrebataron más de un sueño, desde la cocina de la casa en la calle Rosario seguiste con sistematicidad los reportes radiales. Y con ese agudísimo tino y jocosidad que nunca te abandonaron sabías cómo alabar o sugerir. Cada opinión tenía que beberse con sumo placer porque era demasiado el derroche de tu extrema sabiduría que no necesitaste jamás hacer colgar de títulos y grados científicos —aunque nos impulsaste a tantos a conquistarlos—.
Y es que el sello de Juan, para muchos, Borrego, para otros tantos, resultó el no dejar caer jamás los ánimos, la nobleza, la insaciable vocación por crear apegado a los pies de Sancti Spíritus, incluso cuando la veintena de años como director pesaban más de la cuenta.
Así se hizo brújula imprescindible…
Ahora mismo, de leerme me miraría de forma esquiva, tan tú, y soltarías una frase de esas aprendidas por los alrededores de Jicotea para espantar tantos halagos y cariños. Pero, es que… caramba, Juan, Borrego, amigo, vecino, director… ¡duele como el primer día!
(Tomado de Radio Sancti Spíritus)